Video: Dolor y sensaciones térmicas
Estás mirando una vista previa. Suscríbete a Premium para acceder al video completo: Visión general del dolor y las sensaciones térmicas.
Artículo relacionado
Videos relacionados
Transcripción
¿Alguna vez te has preguntado por qué un baño caliente se siente tan relajante, pero al tocar ligeramente una estufa encendida quitas la mano de inmediato? ¿O por qué una brisa fresca en un día ...
Leer más¿Alguna vez te has preguntado por qué un baño caliente se siente tan relajante, pero al tocar ligeramente una estufa encendida quitas la mano de inmediato? ¿O por qué una brisa fresca en un día caluroso es tan agradable, pero unos cuantos minutos en el frío pueden resultar incómodos o incluso dolorosos? Todo se reduce a una red sofisticada de receptores especializados en tu cuerpo, que monitorean constantemente los cambios de temperatura y los estímulos potencialmente dañinos para tus tejidos.
Hoy vamos a sumergirnos en la fisiología del dolor y las sensaciones térmicas para entender exactamente cómo este sistema nos ayuda a mantenernos seguros.
Primero, revisemos la diferencia entre nocicepción y dolor, ya que a menudo se confunden. La nocicepción es la capacidad del cuerpo para detectar estímulos potencialmente dañinos, o mejor dicho, estímulos nocivos. Estos son detectados por receptores especializados llamados nociceptores, que se activan al superar un umbral determinado y, con frecuencia, son interpretados como dolor por el encéfalo.
La cuestión es que el dolor es la interpretación de estas señales y es subjetivo, lo que significa que varía de una persona a otra. Los estímulos nocivos, en cambio, son objetivos y cuantificables, pero su interpretación no lo es. Los nociceptores son terminaciones nerviosas libres distribuidas por todo el cuerpo, especializadas en detectar distintos tipos de estímulos nocivos.
Los nociceptores mecánicos responden a objetos punzantes o presión intensa, como un corte con un cuchillo o un pellizco fuerte. Los nociceptores térmicos detectan temperaturas extremas, como tocar una estufa caliente o sostener hielo con las manos. También, existen nociceptores químicos que detectan sustancias corrosivas o productos químicos liberados durante el daño tisular, como la bradicinina, la histamina y la serotonina. Por último, están los nociceptores polimodales, que pueden detectar los tres tipos de estímulos.
Sin embargo, es importante mencionar que no todas las señales de dolor son iguales. Difieren tanto en velocidad como en carácter, dependiendo del tipo de fibra nerviosa involucrada.
El dolor rápido se transmite por las fibras A-delta, que son delgadas y están ligeramente mielinizadas, lo que permite que las señales viajen a velocidades entre 6 y 30 metros por segundo. Este tipo de dolor es agudo e inmediato, como cuando te pinchas el dedo o tocas algo caliente.
El dolor lento, por su parte, es transportado por las fibras C, que son delgadas y no mielinizadas, y envían señales más lentamente, entre 0.5 y 2 metros por segundo. Esto produce una sensación sorda, pulsátil o ardiente, como las punzadas que sentimos después de una lesión.
Curiosamente, tanto el dolor rápido como el lento pueden ser provocados por estímulos mecánicos y térmicos, pero los estímulos químicos suelen generar dolor lento.
Justo cuando los nervios sensitivos entran en la médula espinal, se produce un reflejo local rápido que desencadena una respuesta motora para alejarse del estímulo, lo que se conoce como reflejo de retirada. Esto ocurre junto con los tractos más grandes que transmiten la sensación de dolor al encéfalo. Los principales son los tractos espinotalámicos, que transmiten señales de dolor a la corteza somatosensitiva por medio del tálamo para su percepción consciente.
El tracto espinotalámico lateral tiene dos componentes principales: el fascículo neoespinotalámico y el fascículo paleoespinotalámico. El fascículo neoespinotalámico transmite señales de dolor rápido, que son agudas y bien localizadas, es decir, sabes exactamente dónde está el problema. Las fibras A-delta, o de dolor rápido, entran a la médula espinal y hacen sinapsis en el asta posterior, específicamente en la lámina espinal I de Rexed.
Luego, las fibras se decusan hacia el lado contralateral y ascienden hasta los núcleos posteriores y el núcleo ventral posterior del tálamo, que es crucial para el procesamiento de información sensitiva. Desde ahí, las señales continúan hacia la corteza somatosensitiva, lo que permite una localización precisa e interpretación de la intensidad del dolor rápido. Algunas fibras de este tracto también alcanzan la formación reticular del tronco encefálico, que participa en el mantenimiento de la atención y el estado de alerta ante estímulos dolorosos.
Por otro lado, el fascículo paleoespinotalámico transmite señales de dolor lento, las cuales son difusas y poco localizadas, es decir, no permiten identificar con claridad el origen del dolor. Las fibras C entran por el asta posterior de la médula espinal y suelen terminar en la lámina espinal II de Rexed. Luego, gracias a una interneurona, las señales llegan a la lámina espinal V, donde las fibras se decusan y ascienden por múltiples tractos, incluido el espinotalámico lateral.
Este tracto llega hasta la corteza, y a lo largo de su trayecto, las fibras pueden proyectarse hacia otras áreas clave, como el cuerpo amigdalino, que integra la información del dolor con emociones como miedo o ansiedad; la formación reticular del tronco encefálico, que ayuda a regular el estado de alerta y mantener la atención; los núcleos intralaminares del tálamo, que influyen en los aspectos emocionales y motivacionales del dolor; y la sustancia gris periacueductal, que participa en su modulación.
Por ejemplo, cuando se activa la sustancia gris periacueductal, ubicada en el mesencéfalo, envía señales al asta posterior de la médula espinal a través de los núcleos del bulbo raquídeo. Mediante neurotransmisores como las encefalinas y la serotonina, esta vía puede inhibir las señales de dolor entrantes. La vía descendente de supresión del dolor básicamente intercepta la señal dolorosa antes de que ascienda, reduciendo la intensidad del dolor procesado en el encéfalo.
Otra forma eficaz de reducir la intensidad del dolor se describe en la teoría de la compuerta, la cual sugiere que proporcionar al sistema nervioso estímulos no dolorosos puede “cerrar las puertas neuronales” a los estímulos nocivos, impidiendo que la señal llegue al encéfalo. Cuando frotas una zona dolorida, se activan las neuronas de conducción rápida y altamente mielinizadas que transmiten las sensaciones táctiles, lo que puede interferir con las señales de dolor, cerrando la compuerta y disminuyendo la sensación dolorosa.
Aunque ninguno de estos procesos de modulación detiene por completo la sensación dolorosa, es bueno saber que nuestro cuerpo tiene mecanismos para intentar disminuirla. Cabe destacar que cuando te golpeas el dedo del pie, te cortas con una hoja de papel, o cualquier otro dolor similar, lo que sientes es un dolor somático, es decir, que proviene de la superficie del cuerpo.
El dolor visceral, por otro lado, se origina en los órganos internos y, a diferencia del dolor somático, tiende a ser más difuso y difícil de localizar. Basta imaginar los cólicos intestinales intensos: son profundos, sordos y similares a una sensación de presión, pero también son difíciles de identificar con precisión. Existen varias razones para esto, como una menor cantidad de receptores sensitivos en los órganos, la falta de nociceptores especializados, o la convergencia de las vías sensitivas, que ocasiona un fenómeno conocido como dolor referido.
El dolor referido es aquel que proviene de un órgano interno pero se percibe en otra parte del cuerpo. Un ejemplo clásico es el dolor cardíaco, que se siente en el brazo izquierdo, o el de la apendicitis, que inicialmente se percibe cerca del ombligo. Básicamente, cuando el dolor visceral se intensifica, puede aumentar la actividad de las fibras somáticas que hacen sinapsis en la misma región espinal, provocando la percepción de dolor en áreas que realmente no están lesionadas.
Aunque el dolor referido no siempre es consistente con su localización exacta, su ubicación general puede ser extraordinariamente útil para buscar la causa de problemas internos específicos.
Exploremos ahora la sensación térmica o termorrecepción, es decir, la capacidad del cuerpo para detectar cambios de temperatura.
Tu cuerpo utiliza termorreceptores especializados para detectar variaciones de temperatura, los cuales suelen ser terminaciones nerviosas libres. Estos detectan un rango de temperaturas, con los receptores de frío usando fibras A-delta ligeramente mielinizadas, y los receptores de calor utilizando fibras C no mielinizadas. Perciben temperaturas entre 10 y 50 grados Celsius.
Sin embargo, por debajo de los 15 o por encima de los 45 grados Celsius, entramos en zonas extremas, donde en lugar de los termorreceptores, se activan los nociceptores térmicos. Estos receptores de dolor por frío o dolor por calor son la razón por la que sostener un cubo de hielo o tocar una estufa caliente, ¡duele! Esta superposición de rangos permite discriminar cambios de temperatura con precisión y desencadenar respuestas protectoras cuando es necesario.
Las señales térmicas se transmiten al encéfalo a través de vías similares a las del dolor, conocidas como vías térmicas. Envían señales a través de neuronas sensitivas que entran al asta posterior de la médula espinal, hacen sinapsis específicamente en las láminas espinales I o II de Rexed, se decusan y luego ascienden por el tracto espinotalámico lateral. Continúan hacia el complejo ventrobasal del tálamo y, finalmente, llegan a la corteza somatosensitiva primaria, donde la temperatura se percibe e interpreta conscientemente.
Algunas fibras también se ramifican hacia las áreas reticulares del tronco encefálico, lo que explica por qué las temperaturas extremas pueden aumentar nuestro estado de alerta.
La capacidad de percibir el dolor y la temperatura es absolutamente esencial para la supervivencia y el bienestar. Así que la próxima vez que disfrutes de un baño caliente o tiembles por culpa de una brisa helada, no olvides apreciar los increíbles sistemas que trabajan dentro de tu cuerpo.
Esto fue solo una visión general del dolor y las sensaciones térmicas. Si quieres saber más, visita nuestra página y revisa nuestros artículos, unidades de estudio y otros recursos de aprendizaje.
¡Hasta la próxima y feliz estudio!